El hombre orangután
El otro gran fraude sin resolver es el del ‘hombre de Piltdown’. Los restos de este eslabón perdido de pega aparecieron en una gravera en 1912. Se trataba de unos fragmentos de cráneo humano y de una mandíbula de aspecto simiesco, que una vez unidos parecían pertenecer a una especie desconocida. A pesar de que alguna voz crítica llamó la atención sobre la extrañeza de los restos el fraude se mantuvo hasta 1949, cuando una serie de pruebas científicas demostraron que el ‘hombre de Piltdown’ era la mezcla del cráneo de un hombre corriente y una mandíbula de orangután. La mayoría de expertos achaca el fraude a Dawson, aunque algunos científicos apuntan a otros sospechosos, entre ellos Arthur Conan Doyle, el autor de Sherlock Holmes, y el jesuita Pierre Teilhard de Chardin.
Aunque la arqueología ha progresado como ciencia, se siguen produciendo casos muy parecidos a los que estudió Vayson de Pradenne. Entre los más sonados destaca el de Shinichi Fujimura, un arqueólogo japonés que ‘plantaba’ de madrugada los artefactos prehistóricos que desenterraban sus colaboradores durante el día. Fujimura fabricó yacimientos enteros que ‘demostraban’ la presencia humana en el archipiélago japonés hace más de medio millón de años. Pillado in fraganti por unos reporteros en noviembre de 2000, el arqueólogo reconoció su culpabilidad, pidió disculpas y explicó que «había sido víctima de la tentación».
¿Por qué suceden estas cosas? ¿Qué razones mueven a los falsarios? Hace más de 80 años Vayson de Pradenne apuntaba al afán por obtener un hallazgo destacable y obtener prestigio como una de las principales causas del fraude arqueológico. En otros casos, los expertos apuntan a sabotajes en los que el falsificador pretende dejar en ridículo al defensor del hallazgo. Para muchos autores ese pudo ser el caso de Piltdown.
Via: elcorreodigital.com
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